Diario El Correo (España): «El chacolí del otro lado del mundo»

Facebook
Twitter
WhatsApp

Publicado en Diario El Correo (España) en www.elcorreo.cl por Ana Vega Pérez de Arlucea

Entre 1794 y 1828 además del Bilbao de siempre hubo otra ciudad con el mismo nombre a más de 11.000 kilómetros de distancia de la primera. Al otro lado del mundo quedaba Nueva Bilbao de Gardoqui, villa fundada por el vasco Santiago Oñederra y bautizada en honor del diplomático bilbaíno Diego de Gardoqui (1735-1798). De manera similar a su homónima europea Nueva Bilbao estaba situada en la desembocadura de un río y a pocos metros sobre el nivel del mar, circunstancias por las que ya en 1578 fue elegida para instalar un astillero. La diferencia estribaba en que en vez de las del Nervión o el Cantábrico, las aguas que remojaban los cimientos de aquel Bilbao pertenecían al río Maule y al Océano Pacífico.

Les hablo de Chile, claro está, el único lugar de la Tierra en donde tener apellidos vascos es más importante que aquí. Recuerden que tal y como dice una de las mejores frases apócrifas de Unamuno, los dos grandes hazañas universales de los vascos han sido la Compañía de Jesús y la República de Chile. Aunque los conquistadores de la Araucania fueran mayoritariamente de origen extremeño (de ahí el primer nombre dado a Chile, ‘Nueva Extremadura’), lo cierto es que vascos y navarros tuvieron un papel destacado durante el período colonial chileno.

Entre sus primeros gobernadores destacan nombres como el del durangués Martín Ruiz de Gamboa o el azpeitiarra Martín García Óñez de Loyola, y durante el siglo XVIII llegaron a aquellas lejanas tierras tantos ‘vizcaínos’ –así se les tildó, fuesen o no de Bizkaia– que se estima que en 1800 en torno al 30% de la población era vasco-navarra. Las cifras era incluso superiores en las regiones centrales de Aconcagua, Melipilla, Santiago, Rancagua, Colchagua y Maule. Precisamente en esas zonas fue donde en tiempos de la Nueva Bilbao se popularizó el vino chacolí y es allí donde aún hoy se sigue elaborando.

Los Chacoliceros

Aunque existan el chacolí melipillano (actual Región Metropolitana de Santiago) y el petorquino (Región de Valparaíso) es el chacolí de Doñihue el que pervive con más fuerza. Hace apenas un mes que en colaboración con el gobierno de la Región de O ́Higgins y la Universidad de Chile se inauguraron unas flamantes instalaciones en las que a partir de ahora la Asociación Gremial de Chacoliceros de Doñihue procesará la uva y elaborará su tradicional chacolí.

No han leído ustedes mal ni hay ninguna errata: en Doñihue hay chacoliceros, no chacolineros, y sí, su vino es sin duda alguna tradicional. A pesar de que debido al acuerdo comercial sobre vinos entre la Unión Europea y Chile no se pueda vender aquí con su propio nombre, el que los viticultores vascos allá asentados le dieron hace más de 200 años. Podríamos hablar aquí largo y tendido de la protección de denominaciones e indicaciones geográficas de los vinos –les prometo hacerlo en otra ocasión y no sólo a propósito de Chile– pero de momento lo resumiremos en que dicho tratado incluye como menciones tradicionales de vinos europeos tanto chacolí como txakoli y txakolina, así que los doñihuanos se tienen que limitar a vender su chacolí chileno dentro de Chile y nosotros, de momento, resignarnos a no probar ese vino «delgado, suave y de sabor agridulce».

Un Vino Para Una Victoria

Así definió el chacolí en 1845 el naturalista franco-chileno Claudio Gay, cuyo ‘Atlas de la historia física y política de Chile’ detalla acerca de la dieta de los campesinos locales que si «en cuanto a la bebida se contentan con el agua en sus comidas ordinarias, no sucede lo mismo en el tiempo de las vendimias y en las grandes fiestas. Entonces la chicha, el chacolí y el vino mismo vienen a remojar los pasteles». La chicha chilena es una bebida obtenida de la fermentación de la uva, con más gas y menos alcohol que el vino. Por otro lado estaba lo que los criollos chilenos entendían como ‘vino’, un vino fortificado o licoroso más parecido al moscatel que al común de mesa, de modo que a medias quedaba el chacolí, vino del año ligeramente ácido.

Está documentado que el chacolí made in Chile figuró en 1817 en un banquete celebrado por la victoria independentista en la batalla de Cachabuco, así como que se elaboraba blanco y rosado (del color ‘ojo de gallo’ que antaño también fuera clásico aquí) y que en 1869 su producción superó los 8 millones de litros. Díganme ahora si les parecería justo que desde otro continente dictaran que el vino que sus antepasados comenzaron a hacer en su pueblo hace dos siglos no es lo suficientemente tradicional ni originario como para llamarse como siempre se ha llamado: chacolí con ‘ch’ y con muchos apellidos vascos.

Escríbenos

Colaboradores

Share This